España camina hacia la democradura

 


Lo peor de la democracia es su nombre, que incluye una etimología peligrosa para los ignorantes e ingenuos. El término "democradura" es una combinación de las palabras "democracia" y "dictadura" y se utiliza para describir un sistema político que aparenta ser democrático, pero que en realidad presenta características autoritarias o dictatoriales. En una democradura, se pueden mantener algunas instituciones democráticas formales, como elecciones periódicas, libertad de expresión y una apariencia de separación de poderes. Sin embargo, en la práctica, el poder se concentra en manos de una persona o un grupo reducido de individuos que ejercen un control significativo sobre el sistema político. Aunque se celebran elecciones, el poder real se encuentra en manos de un líder o un grupo que mantienen un dominio significativo sobre el gobierno y las instituciones clave. Aunque puede haber partidos políticos y voces de oposición, se imponen restricciones significativas a la participación política y a la libre expresión, lo que limita la capacidad de la oposición de competir de manera equitativa. Se llevan a cabo elecciones, pero existen prácticas que socavan la legitimidad del proceso, como el fraude electoral, la intimidación, la manipulación de los resultados o el pacto con golpistas, delincuentes o terroristas a cambio de su apoyo parlamentario. Se debilita la independencia de los poderes, lo que limita su capacidad para ejercer control y equilibrio. Se pueden presentar violaciones a los derechos humanos, como la persecución de opositores políticos, la censura de medios de comunicación y la represión de la sociedad civil.

Escribe José María Lasalle que "estas circunstancias hacen que nos asomemos a un momento histórico donde la impotencia y la fragilidad van juntas, y nos abocan a una mentalidad colectiva favorable a los redentores. Aquí es donde emerge el populismo como un poderoso relato que culpa a la democracia liberal de ser un modelo fallido al demostrar, con hechos que promueve aquel, que ninguno de los principios de la modernidad política logra imponerse: la verdad cede ante la mentira, la razón pierde frente a las pasiones, los consensos se deshacen víctimas de los conflictos y la unidad se rompe con la polarización".

Una forma vil de democradura es cuando el Parlamento actúa arbitrariamente, abusonamente, despóticamente, dictatorialmente, totalitariamente. Ya Aristóteles, Ciceron, Montesquieu, Hamilton, Lord Acton o Benjamin Constant escriben contra el despotismo del pueblo, el también llamado fundamentalismo democrático. Vuelven los abusos, pues sin contrapesos liberales, la democracia degenera en dictadura de la mayoría y podría suprimir el pluralismo político, los derechos fundamentales y no respetar a las minorías, congelando la voluntad popular y eternizando en el poder al déspota de turno. Si "la gente" es omnipotente, su ventrílocuo también lo será.

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