El derecho como una conversación entre iguales, de Roberto Gargarella



La tesis del libro sostiene que el constitucionalismo nace de una gran desconfianza en la democracia —¿entendida como el poder absoluto del (1)?, me pregunto— y por ello diseña una serie de mecanismos institucionales para contenerla y limitarla: «Nuestras constituciones fueron concebidas por una élite que actuaba y pensaba en sintonía con un paradigma elitista». 

Ya es difícil asumir que solo haya una élite; más bien, creo que hay muchas. Más complicado es aceptar que estas élites compartan los mismos intereses y no terminen luchando entre sí. La tesis del libro es muy ingenua. Por supuesto que es necesario tener una profunda desconfianza en la democracia entendida así. Una mayoría no puede anular el pluralismo ni imponer su dictadura totalitaria. Resuenan los ecos del adanismo mesiánico, del populismo, de la democradura, ese instrumento de acumulación de poder que utilizan los ventrílocuos del (1). La política es una conversación entre iguales en derechos, pero no entre iguales en ignorancia. No puede desarrollarse ajena a la Gran Conversación, asequible para todos, pero que solo unos pocos se atreven a transitar. La mal llamada élite sabe lo que no funcionó y nunca funcionará: el poder absoluto.

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(1) inserte su vocablo preferido: proletariado, pueblo, gente, ciudadanía, humanidad o clasemediatrabajadora.

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