La literatura y los dioses, de Calasso
Es verdad que todo acaba en historia de la literatura. Hubo un tiempo en que los dioses no eran tan solo un hábito literario. Eran un acontecimiento, una aparición súbita, ideales para ventrílocuos. Reconocer a los amantes, rumor de fondo, una presencia que llena el mundo, profunda familiaridad, un desvelamiento a medias, misterioso y de extrema claridad. Con frecuencia solo existen en el papel, como alegorías morales, personificaciones, prosopopeyas y otras destrezas extraídas del arsenal de la retórica. A veces, son cifra secreta, como en los textos de los alquimistas. Otras, son mero pretexto lírico, sonoridad evocativa, psique poética. El ventrílocuo los concreta en su propio interés. Más que encontrarse, los dioses y los hombres buscan engañarse. La misma idea de que la mitología es algo que se inventa es ya una señal de presunción, como si el mito fuese un acto volitivo, cuando es, por el contrario, aquello que somete toda voluntad. Entre las ideas que han tenido enormes consecue