Triste eres menos triste




“Cuando busco mi existencia, no la busco en mí”. Es mi vieja obsesión de la inconsciencia de la soledad, que acabaría por anular el ser. “Mis verdades duran poco en mí: menos que las ajenas", y así “donde hay una pequeña lámpara encendida, no enciendo la mía”. Y cuando estoy solo mi lámpara deja de alumbrar al poco tiempo. Queda la lectura y su lealtad silenciosa y medida. Demasiadas veces el otro muestra una mirada bovina, “no hallé como quien ser, en ninguno. Y me quedé, así: como ninguno”. Y cuando llego al rebaño me vuelvo a marchar porque “cerca de mí no hay más que lejanías”. Me alejo pero enseguida quiero regresar porque “cuando me acerco a un alma no llevo el deseo de conocerla; cuando me alejo, sí”. “Quien no llena su mundo de fantasmas, se queda solo”. Hay fantasmas que no son de carne y hueso. Los prefiero. “A veces, de noche, enciendo una luz para no ver”. Sobran las sombras, precisamente es la luz quien las crea. No la penumbra. “El árbol está solo, la nube está sola. Todo está solo cuando yo estoy solo.” Lo invisible no se ve, pero no por ello está ausente. “Triste eres menos triste. Quédate triste”.

Voces, de Antonio Porchia.

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