Mímesis
El arte es un refugio al que algunos otorgan una apariencia secular y que, sin embargo, no puede esconder un fondo indudablemente sacralizado. El espíritu aparenta su carnalidad, pero desea sentarse a la derecha del padre. Con ficciones concretas, humanas, mundanas se busca la belleza última, la profunda, la real. El carácter mimético del deseo es algo rotundo y básico para entender la psicología de las masas, la génesis de los comportamientos morales o la fuerza aplastante de la publicidad y la propaganda. Según René Girard nuestros deseos se configuran a partir de los deseos de los demás, incluso antagonísticamente. La racionalidad no se contagia, solo lo emocional lo hace con absoluta facilidad. Sin embargo, es muy difícil no escribir algo que no haya dicho ya un dipsómano, escribe Luna Miguel en El País. Si las obras de arte se pudieran dividir entre las creadas por los abstemios y las demás, quedaríamos menos sorprendidos de lo que parece. En Diez ventanas. Cómo los grandes poemas transforman el mundo, Jane Hirshfield describe el momento de creación como un subidón orgásmico que causa adicción. La escritura inspirada siempre es obsesiva. Se delatan los que acostumbran a tener siempre cerca un lapiz y un cuaderno. Hasta de noche se despiertan y anotan algo. Reconocen cuándo llega la inspiración: hay que aprovecharla porque posiblemente no vuelva jamás.