Esnobismo


Un hombre solitario y aparentemente feliz, ansioso siempre de autonomía, se niega a inclinarse ante el otro. Desarrolla para ello una poética solipsista de la belleza y una filosofía solipsista de la verdad. Esta promesa engañosa es esencialmente una promesa de autonomía metafísica. No es que Dios haya muerto, lo que ha muerto es la creencia en los ventrílocuos de Dios. Aquí no hay ningún orgullo, solo un sufrimiento propio del desvalido. El hombre se convierte en medida de todas las cosas por humildad, porque sabe que no es Dios, porque no tiene otra. Y todos sienten: «¡Yo, yo estoy solo, mientras que ellos, ellos son todos!». Los hombres desean lo que desean los otros para no sentirse tan solos, para escapar de la cárcel subjetiva, aunque tengan que delegar en unos dioses de repuesto, de pacotilla. "Al contrarío que el Romántico, el egotista stendhaliano no intenta hinchar su Yo hasta las proporciones del universo. Dicha empresa se basa siempre en alguna mediación oculta. El egotista toma conciencia de sus límites y renuncia a superarlos. Por modestia y por prudencia, dice «yo». No está abocado hacia la nada porque ha renunciado a ambicionar el todo. Así pues, en Stendhal el egotismo representa un esbozo de humanismo moderno", escribe Girard. Toda acción se basa en un acuerdo perfecto entre la razón, la voluntad y la sensibilidad. Este acuerdo se vuelve imperfecto gracias a un acuerdo posterior entre las mismas partes. Así, llamamos racional al deseo a largo plazo contradictorio con el deseo inminente o vicioso. El snob no se atreve a confiar en su opinión personal, solo desea los objetos deseados por la gente que él considera distinguida. Esta es la razón de que solo sea un esclavo de una aristocracia, aunque él crea que comparte con ellos el buen gusto.

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