El dogma woke, Noelle Mering

El libro denuncia las inconsistencias de una conciencia crítica sectaria: el wokismo, que ha creado un hombre de paja dibujando una caricatura inexistente definida como heteropatriarcado capitalista neoliberal blanco colonial negacionista de la emergencia climática. Si uno está dentro de esta caricatura —en todo o en parte— es deshumanizado, tachado automáticamente de inmoral y, por tanto, se le niega la posibilidad de réplica y de ser escuchado. Para estas personas, todo poder, incluso la mera influencia social y cultural, es opresora cuando no entra en sus prejuicios dogmáticos y canónicos establecidos. Se autodenominan despiertos; son, más bien, unos nuevos iluminados fanáticos de una gnosis defectuosa. Sus orígenes los podemos encontrar en la Escuela de Frankfurt, con su marxismo freudiano y su jerga ininteligible. 

En realidad, solo buscan poder como instrumento de dominación cultural —la hegemonía gramsciana— para oprimir lo que simplemente no les gusta o no consideran tolerable. Su capacidad de tolerancia con el pluralismo de formas de vida y concepciones del bien es muy reducida. Cuando defienden que lo personal es político, defienden un régimen totalitario, una cultura de la cancelación, la censura y un puritanismo neovictoriano. Solo adquieren categoría de víctimas las que ellos han predefinido, quedando al margen y silenciadas muchas otras. 

El libro es contradictorio porque denuncia este dogma wokista desde otro dogma no menos criticable, la superioridad no demostrable de la respuesta cristiana, siempre revelada por los ventrílocuos de Dios. También considera evidente la autoridad de la supuesta ley natural. Hay que recordar que la ley natural es siempre una desvelación provisional realizada por otros ventrílocuos, esta vez no de Dios, pero sí de la otra deidad llamada Razón natural. La ley natural es un concepto muy discutible que, en todo caso, podría señalar tendencias más o menos probables. Pero no podemos caer en la falacia naturalista ni considerar que lo normal deber ser obligatorio ni normativo.

Todo nuestro pensamiento se asienta sobre bases inestables, dogmáticas. No existe un pensamiento puro, ni siquiera el simple formalismo matemático, siempre axiomático. El problema del dogmático fanático es que solo cree en su dogma y niega la posibilidad de estar en una perspectiva equivocada. El liberalismo, por el contrario, es un intento humilde, falibilista y contingente para limitar los efectos perversos del dogmatismo fanático. Es una conciencia del multidogmatismo social (que no hay que confundir con el relativismo), con vistas a reducir la tendencia hacia el fanatismo. Pero este no es el camino escogido por la autora.

En definitiva, el libro ejerce una acertada revisión critica hacia el dogmatismo sectario del wokismo. Sin embargo, comete el error de caer en las mismas falacias que señala a su adversario, y, por tanto, solo convencerá a los que ya estaban convencidos.




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