Los puritanos



Para Gramsci, la hegemonía cultural es el nuevo "Príncipe” de Maquiavelo y deberá estar dedicada a la cuestión de una reforma intelectual y moral, es decir, que no importe que el fin justifique cualquier medio incluso cuando contradiga sus propios principios. Laclau supera a Gramsci y abandona al proletariado como sujeto para la revolución anticapitalista. Prefiere la construcción discursiva de los sujetos, difundiendo relatos (en realidad, cuentos chinos) que vayan generando conflictos que favorezcan sus objetivos de poder. Coordinando e inventando conflictos y agravios, la izquierda se presenta como su salvador y trata de radicalizar el componente igualitario de la democracia para borrarla (como el género) y convertirla en dictadura de los enemigos de una caricatura llamada "capitalismo heteropatriarcal blanco colonial", los nuevos herejes. La izquierda quiere aparecer como el nuevo Mesías milenarista que sabe detectar al chivo expiatorio culpable de que la realidad no sea como nuestra imaginación edénica anhela. La indignación es creada y calmada por los mismos sujetos. El Papa apoya a los nuevos puritanos.


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