Un debate sobre la existencia del libre albedrío

PEÓN.- Soy libre porque obedezco a la asamblea de deseos que configuran mi voluntad. Tengo deseos utilitarios, hedonistas, deontológicos, a corto o a largo plazo,  contradictorios, razonados e impulsivos.

ALFIL.- Yo tengo un sentimiento de que, si lo deseo, puedo cambiar algo mi carácter. Creo que ese es el fundamento de mi conciencia de libertad.

TORRE.- Es el presupuesto imprescindible para vivir y para ser considerado persona y no autómata irresponsable de tus actos.

CABALLO.- El libre albedrío se intuye y se siente como evidente, no como parte consciente de la cadena causal, sino como el inicio misterioso de nuevos motivos, voluntades y cadenas. 

OTRO PEÓN.- El vicio sería un error de cálculo, una irresponsabilidad que se pagaría a largo plazo. 

ALFIL NEGRO.- La razón lo destruye porque, como dice Safranski, el hombre es tan libre que con sus explicaciones consigue que hasta desaparezca su libertad.

OTRO PEÓN.- El caos, la complejidad misteriosa podría ser o no un orden oculto, pero algo impreciso, la actividad inconsciente, precede a la decisión consciente.

DAMA.- Imaginar alternativas también sería síntoma de su existencia. 

CABALLO NEGRO.- Creo que solo desde un pensatorio dejamos de considerarnos libres.

PEÓN NEGRO.- Pero estamos inmersos en la causalidad, en un logos determinista evidente.  

ALFIL.- Yo no creo en el libre albedrío, cada hombre obra por una coacción exterior y por una necesidad interior.

PEÓN.- Los deseos son órdenes para mí.

PEÓN NEGRO.- El hombre hace siempre lo que quiere aunque lo hace necesariamente. 

REY.- La cuestión  no es quién controla nuestras acciones, sino quién controla nuestros deseos. 

DAMA.- ¿Entonces no puedo querer lo que yo quiera? 

REY.- Los hombres se consideran libres porque ignoran las causas que los determinan. 

JUGADOR GANADOR.- ¡Jaque mate!

JUGADOR PERDEDOR.- ¡Vaya, bien jugado!, pero con tanto barullo no me podía concentrar.





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