De miradas y silencios

Las miradas y los silencios de los personajes no solo dicen más de lo que no dicen, sino que lo expresan mejor. No es extraño que la incorporación del sonido fuera vista con temor por los amantes del cine mudo.
La salvación se parece mucho al deseo. España envió a Rusia sus fuerzas de combate, una bandada de palomas blancas con un único mensaje: paz. Putin lo leerá detenidamente y dirá:
—Los periodos de felicidad son páginas en blanco en el libro de la Historia —¿o eso lo dijo Hegel?
Pienso en esto mientras observo a la gente empeñándose en leer atentamente el Ulises de Joyce y, finalmente, entendiéndolo. 
—Por fin —dice uno, mientras los demás le aplauden. 
El dolor y el tedio son las dos únicas cosas verdaderas. Todo lo demás, la muerte, la felicidad, es nebuloso, onírico, febril. Una noche de borrachera cualquiera alimenta el inconsciente para toda la vida.
No leo novelas, pero sí ensayos, pero como si fueran cuentos filosóficos, como reflexión acerca de la complejidad de la vida, de su ambigua mala leche, de su posibilidad de opresión y de liberación, y como lugar de donde extraer de la realidad humana sus más inéditas bobadas.
Últimamente solo escucho música drone, música subyacente, especial para espíritus cansados y decepcionados, repletos de sombras, soledad, vacíos, dudas y miedos, pero muy confiados en su futuro. Mientras leo, es como escuchar la respiración del anima mundi. Esta es una idea bien expresada por Platón en su Timeo. Así, el yo es una figura limítrofe, donde la frontera y el centro se confunden.
El escritor que se relee no pertenece a la secta de los que no perciben que todo ha cambiado a su alrededor, unos personajes a los que se les ve envejecer al mismo ritmo que a nosotros.



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