Autorretrato conmigo

Estoy cansado de ser yo, me dijo un día mientras comíamos frutos secos. Me lo soltó con aquella carita de santo culpable que tanto me molestaba. No tengo autoridad, le dije, para darte un sopapo. Tanto él como yo sabíamos lo aborrecible que es tener una vida interminable, por eso intercambiamos nuestros cuerpos o nuestras almas, ya no lo recuerdo bien. La memoria a quién pertenece, ¿al cuerpo o al alma? Nosotros queríamos ser eternos, pero no aquí, sino allí; y no nos valía cualquier allí, tenía que ser un allí especial, parecido al aquí pero mejor, mucho mejor. Una vez allí esperaríamos pacientemente a que nunca concluyera la eternidad. Eso es completamente desesperante, me dijo. Ser eterno es desesperante, le contesté. Para entretenerte puedes leer libros, ver series, buscar la felicidad o contemplar la belleza. Aunque lo más efectivo, si no quieres caer preso del tedio, es introducirte en el torbellino del ajetreo. Allí se nubla la mirada y, al buscar la salida, cree uno encontrar la eternidad, que se contonea entre la bruma. El ajetreo es la solución y causa de todos los problemas. No lo olvides nunca, querido hámster.



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