Un día ambiguo


Hay días en los que me dedico a pensar en el absoluto y detecto que no me gusta la poesía como puzzle de palabras, cuando los méritos del poeta van decreciendo a medida que busca en el diccionario. Cuanto más pequeño sea el aforismo, más significado cabe. Es la fuerza creadora del desconocimiento: pasa con las canciones cuya traducción desconoces y con el destino. La potencia de la expectativa. Escribía poemas con regla y compás. Las lágrimas y el sudor emborronaban algunos y los tiraba a la basura. En mi etapa surrealista me empeñé en ver criptografía en lo azaroso. Con los místicos me pasó algo parecido: hay místicos que conectan lo personal y lo cósmico; desde fuera, solo se ve lo personal y lo cómico. Es una pena. La ambigüedad es la levadura del aforismo. También empacha. Las metáforas vuelan mejor entre el cielo y el infierno. Solo hay un tipo de persona que admiro: el solitario. Con precaución. Dan miedo. El poeta y el filósofo antiguo encuentran oscuridades a plena luz del mediodía. El filósofo moderno es solo un sociólogo que piensa a la luz del flexo. Dios, yo y el mundo. El orden desenmascara tu metafísica. El sentido común, de cerca, es algo tan místico como engañoso. Vale para todo y no vale para nada.

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