Hay otras formas de vivir peor
Más de 150 personas renombradas —su principal mérito—, como Noam Chomsky, Salman Rushdie, Gloria Steinem, Margaret Atwood o Martin Amis, entre otros, denuncian la intolerancia del activismo progresista. En ambientes académicos y culturales hay señalamiento, boicoteo, castigos, aversión al riesgo, autocensura. Qué novedad. Recuerdo que esto ya lo escribió en 1977 Elisabeth Noelle-Neumann en La espiral de silencio. Las fuerzas del iliberalismo están ganando terreno, dicen, que esto era esperable de la derecha radical, pero que la actitud censora está expandiéndose en nuestra cultura. No será que eso que llaman iliberalismo no es más que ese fascismo de extrema izquierda que nunca se fue, seguro de sus propuestas y sin complejos que lo moderen. Pero el problema de fondo, me parece, es la propia actitud de inferioridad de los firmantes, que escriben la carta agrupados en perfecto y prevenido rebaño.
Deambulo por ahí, detecto curiosas formas de pensar y observo a Rebecca Solnit: «La pandemia es anticapitalista porque nos enseña otras maneras de vivir», me dice sin pestañear. El silogismo sería contundente si hubiera una conexión lógica, por eso me quedo mirándola, un poco confundido. Me pregunto por qué siguen tildando de capitalista a los Estados que ya controlan la mitad de la economía y que regulan e intervienen en lo que simplemente se les antoja. Leo el artículo y noto que se descompone en sílabas sin significado, como huellas dactilares de alguien sin conciencia. Observo su rostro inane. Encima de la mesa podría haber un libro cerrado titulado Guía sobre el arte de las conclusiones sin premisas. Las ventajas de salirse del camino desandado. Hay itinerarios que no pueden señalarse en los mapas. Y menos en los de lógica básica. Pero no basta con ser víctima, hay que ponerle apellido, que si el sexo, que si el género, que si la raza o la clase social. La taxonomía de las víctimas es señal de que no se desea que todas tengan el mismo trato. No se concibe que un heterosexual blanco cristiano y rico pueda ser víctima de nada. Este es el verdadero significado cultural de las ruinas. Claro que hay otras formas de vivir, querida Rebecca: «No te fíes ni de tu propia camisa», se decía en la Albania comunista, en el Estado bunkerizado de Enver Hoxha hasta su muerte en 1985, donde una cuarta parte de la población participaba en un sistema institucionalizado de delaciones que alimentaba una represión implacable de culpa colectiva, en un ambiente paranoico que torturó a la población en esta autarquía delirante cuya descripción coincidiría con la de una cárcel del tercer mundo. Muy interesante es el reportaje literario de Margo Rejmer, Barro más dulce que la miel, donde se atisban los límites del ser humano como hombre y como bestia.