Día de playa



Me levanto a las nueve. Ignoro por qué aquel sabio loco del sueño que me dijo que había descubierto la verdad estaba tan asustado y temblaba tanto. Me preparo mi café y escucho a lo lejos a una mujer jactándose de su hazaña: su perro ya aguanta diez horas. Enciendo la tele donde están ofreciendo la misa. La Encarnación: convertir el misterio del Ser en un ecce homo. Oigo las llaves de la muerte acercarse a mi puerta. Pasa de largo. Hojeo la prensa. A ver cuándo inventan un periódico donde hieda la sangre. Hay poetas que inmortalizan las luces. Los hay que inmortalizan las sombras y no detectan las luces que las recortan. Todo se reduce a empaparse en la presencia de lo ausente. Algunos se desesperan, solo notan la falta. Otros se complacen de que haya tanto hueco. Bajo al supermercado a por pan y agua mineral. Una señora que espera en la puerta se quita la mascarilla, se enciende un cigarro, aspira el humo con placer. Mientras, me mira de reojo. Cuando regreso de la playa a la hora de comer oigo a una niña que se queja de la comida a su madre: no eres tú, es el pescado. La madre se ha enfadado. Pongo el telediario por error. El Gobierno de España se queja de que los paises frugales no quieran ser solidarios con el despilfarro del Gobierno de España. Han puesto condiciones, que no haya despilfarro. Esta Europa no funciona y obliga a los gobiernos a no hacer lo que prometieron que iban a hacer. Europa traiciona las absurdas decisiones democráticas. El electorado se muestra tan ingenuo que, para obtener el Gobierno, el cínico tuvo que prometer lo que no se debe hacer. Quito el telediario. Mi manía de leer periódicos atrasados me llevó a leer solo poemas para estar al día. Llega la noche. Veo a dos escritores acusándose de plagio. Los dos habían plagiado a otro. Fuera de los refranes, chistes, arquetipos y modas se encontraban tan solos que renunciaron a escribir nada interesante. Yo me mantengo callado y me dedico a pensar en el absoluto durante unos minutos, hasta que me canso. Pongo la película que dan en la tele: hay un chulo, una chica guapa, unos malos, muchos tiros, persecuciones y una trama destinada a sorprender como siempre. Aquí las metáforas siempre bordean un cielo empalagoso y un infierno de clichés. Me acuesto a la una. Poco a poco, irán llegando los borrachos y me despertarán sus berridos.

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