La mesilla

Cuando amanece, ya nadie pone las calles. Yo, por eso, abandono el confinamiento por las noches, mientras sueño. Esta mañana, al despertar, encima de la mesilla, tenía una multa de la Guardia Civil. Atónito, bajé a desayunar, hojeé los periódicos, miré melancólicamente por la ventana, hice mi tabla de gimnasia y me olvidé por completo del sueño. Cuando regresé a mi habitación, tuve que limpiar la mesilla de una singular ceniza de origen extraño.
Me sorprende que la gente se haya acostumbrado tan bien a estar en casa. Acaso sea porque todo el mundo hace lo mismo, así la imitación está asegurada. Nadie cree estar perdiéndose algo ahí afuera.
Hoy mi yo se enfadó mucho con mi yo de ayer. Cayó en la trampa de escribir contra alguien de una manera injusta. No podían errar dos veces seguidas, así que, cuando se percataron, mis dos yoes se abrazaron, pero con mascarilla.




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