Crítica a mi entrada anterior

No sé si es más fácil saber lo que una sociedad quiere ser, lo que debe ser o lo que puede ser.

La política encauza los problemas demorándolos, con patadas para adelante, para ir tirando; no es un lugar para héroes.

El indignado que esperaba mucho de la política y ha sido defraudado es, en realidad, un ingenuo, víctima de su propia esperanza.

Los políticos son seres morales por debajo de la media. Solo tienen la virtud de rodearse de muchas personas lamentables, entre las cuales hay también algunos expertos. Este equilibrio de fantasmas, ladrones, pelotas y listillos configuran las decisiones del político, que tienden, por simple cálculo estadístico, a moderar su discurso.

El ciudadano común vive entre la algarabía y la opinión infundada. Los medios de comunicación amplifican muchas veces los problemas, simplifican soluciones y caricaturizan la política, autodescribiéndose como portadores de la información veraz.

Las ideologías son las muletillas que utiliza todo aquel que quiere pero no sabe opinar.

Los políticos exageran y teatralizan sus diferencias con el adversario porque creen que lo que más une a sus seguidores es tener identificado un claro enemigo diabólico.

Como estamos permanentemente en campaña electoral, los gobiernos ven limitada su capacidad de acción. Así, la Unión Europea se ha convertido en una especie de madrastra que, al estar formada por expertos no elegidos, es la única que puede tomar las decisiones imprescindibles con coste electoral.


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