¿Acoso liberal a la democracia?
Estamos, en el fondo, ante una nueva versión del largo debate entre dos tipos de democracia: la liberal y la radical. Como sabe muy bien el autor, la visión liberal de la democracia es la que considera que ésta no es más que un método, un procedimiento para relevar pacíficamente a los gobernantes, proteger los derechos individuales (fundamentalmente la libertad) y ofrecer un marco legal en el que cada uno se labre su propio destino: la democracia y la economía de mercado posibilitan de esta manera una sociedad más igualitaria. En cambio, la visión radical pretende mucho más: desea que la democracia sea también un instrumento de trasformación social, de tal modo que su receta para mejorar la democracia es «más democracia», mientras que la receta liberal es «más liberalismo». Es cierto, como reconoce nuestro autor, que el liberalismo «sólo» ve relevantes los derechos individuales; que insiste básicamente en derechos y procedimientos; que se encuentra incómodo con temas como el valor de la pertenencia, los sentimientos y las identidades nacionales. Pero precisamente lo que Sánchez-Cuenca juzga como un gran defecto es para el liberal una gran virtud
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