Erik Satie: arte y marca
El mercado del arte ha sido engullido por la lógica de la marca, un comportamiento genuinamente adolescente que se ha extendido hasta la vejez.
—Desconfiemos del arte: a menudo sólo es virtuosismo —me dice Erik Satie.
Escuchaba una gymnopédie convertida, a pesar de la intención del autor, en en la culminación de lo romántico y utilizada como banda sonora de un anuncio de coche. Algo que hubiera espantado a Satie. Pienso en el momento en que compone su Musique d’ameublement y el público, en lugar de no reparar en ella y seguir haciendo sus cosas, se detiene, aguza sus orejas y se para a escuchar con delectación.
—Escucharon. Todo salió mal —concluye. No era necesario escucharla para que existiera.
Simple, demasiado simple. No hay criterios absolutos para valorar la calidad estética. Queda sólo confiar en que lo más caro tenga más posibilidades de ser lo mejor.
—Desconfiemos del arte: a menudo sólo es virtuosismo —me dice Erik Satie.
Escuchaba una gymnopédie convertida, a pesar de la intención del autor, en en la culminación de lo romántico y utilizada como banda sonora de un anuncio de coche. Algo que hubiera espantado a Satie. Pienso en el momento en que compone su Musique d’ameublement y el público, en lugar de no reparar en ella y seguir haciendo sus cosas, se detiene, aguza sus orejas y se para a escuchar con delectación.
—Escucharon. Todo salió mal —concluye. No era necesario escucharla para que existiera.
Simple, demasiado simple. No hay criterios absolutos para valorar la calidad estética. Queda sólo confiar en que lo más caro tenga más posibilidades de ser lo mejor.