Leer el cine

Últimamente algunos vemos cine como si lo leyéramos, me decía Vila-Matas en su Café Perec el otro día. Esto me hizo entender por qué, en general, no soporto el cine: porque no puedo saltarme las partes aburridas con la lectura en diagonal ni demorarme eternamente en la contemplación de aquellas secuencias magistrales. En el cine, el director me obliga a leer todos sus planos al ritmo que él, dictatorialmente, me marque y eso es para mí insoportable, salvo que hablemos de Bergman o Tarkovski, directores cuyos ritmos coinciden con los míos. El ritmo de las películas se acelera justamente cuando quiere atraer la atención de los numerosos, se convierte en simple entretenimiento videojueguil y deja de considerarse a sí mismo como arte. Y es que es difícil no gustarle a nadie.


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