El proceso de los imbéciles

Lo mejor del procés son sus referencias kafkianas. Tampoco está mal que el órgano judicial haya descrito la cosa como imbéciles manipulando a imbéciles.

Leo a Manuel Rodríguez Rivero en el Babelia del sábado: «Me paso la mayor parte de la semana leyendo, hojeando o haciendo calas en libros que, en general, no me resultan memorables. [...] Pero les aseguro que la mayoría del monte dista mucho de ser orégano. Muchas de las novelas que empiezo las dejo sin terminar: últimamente, a raíz del fortísimo mimetismo editorial provocado por la vulgarización mercadotécnica del #MeToo, en mi cajón de desechables reposan más novelas de mujeres: y —atención— no porque ellas escriban peores novelas, sino porque publican más, y en las editoriales han relajado los controles a la hora de publicarlas, en un intento atropellado de hacer caja a costa de un evidente desequilibrio histórico. Quizás cuando se repare regresará la exigencia en los criterios de la edición literaria, que deben ser los mismos para todos». Se pasa de la desigualdad ante el criterio a la desigualdad ante la ley. El criterio no está escrito, pero la ley sí.

(Autoplagio) En extrañas circunstancias leía un libro de Peter Handke, y creí haber resuelto todos los enigmas que deambulaban ajenos a lo coherente. En Ensayo sobre un lugar silencioso, Peter Handke, habla de esos «lugares de libertad y soledad, de encuentros imprevistos, donde uno puede escucharse a sí mismo, auscultarse, esconderse, divagar, imaginar, pensar, reflexionar, recordar, observar…, sentirse seguro, casi invulnerable, donde puede hacerse realidad el espíritu de la escritura». No tan solitario ni tan marginal como había estado creyendo siempre, ese ser social que vive y piensa en ser útil para prestar un servicio al mundo, pero que de vez en cuando, delante de un espejo, se esconde de no sé qué. Esos lugares silenciosos de los que habla el nuevo premio Nobel son los retretes.
   Por la noche, en el hotel, me detuve sin ni siquiera cenar algo, imagino que para no darme una importancia desmesurada. Fue todo un espectáculo contemplar cómo cenaban los demás. Me sorprendió mi fuerza de voluntad, mientras el asalto a la razón me procuraba ese placer privado a los dioses. El Mito de lo Dado fue arqueado por mi sutil indiferencia. La conciencia me decía que lo no conceptual estaba presente en mi coherentismo. La experiencia sensible era un mero momento casual.

Julia de Castro acaba de publicar La retorica delle puttane, un libro sobre la prostitución: «¿Ha encontrado muchas en la historia que lo hicieran por gusto?», le preguntan. «Todas a las que he entrevistado», responde en pocas palabras.




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