Punset, Heisenberg y la poesía




No deja de llamarme la atención que Adorno dejara escrito que «el todo es lo falso». La relación entre espiritualidad y literatura hace suponer que olvidó que «eso falso» es, a su vez, el contexto y, por tanto, lo que me influye más que lo verdadero, una suerte de capítulo perdido. Venía pensando en ello, con el deseo de intuir o tantear el infinito, como si existieran las certezas intuitivas, es decir, aquellas que aunque no puedan ser probadas con una lógica convincente, universalmente válidas, sí se viven con una personal convicción. Pensaba en esa sonora frontera que puede anunciar ciertas epifanías, mientras daba un paseo, porque noto que existe un comportamiento serio y otro que es un mero pasatiempo. El serio está representado por el trabajo, los negocios o la política. El otro, por los artistas, los filósofos, los poetas y los santos. De ahí la frase de Charles Péguy: «Todo comienza en mística y acaba en política». Una forma muy personal de asumir lo real, un aliado ambiguo, el rumor sordo que bautiza al mundo.
   No siempre, según parece, la belleza se basta a sí misma. Pienso en esta frase de Eduardo Punset, recientemente fallecido: «Dios es cada vez más pequeño y la ciencia más grande». Como seguidor en su día de su programa Redes, saboreo su propia comicidad. No es fácil acertar desde la superficie: en ocasiones, su percepción de lo real es cada vez más cruda e incapaz de entrever una sensibilidad ajena a lo material. Por eso, inmerso en esta lentitud tremendamente animada, en este aburrimiento tan divertido, me pregunto si es dado alcanzarlo, si la poesía  puede tornarse cada vez más reflexiva, transitando la vereda que conduce del deseo al infinito. No sé si Punset se refería al Dios de la Biblia. Yo, en todo caso, no. Pero quizás una frase de Heisenberg —grandísimo científico— venga muy bien en este momento: «El primer sorbo de la copa de la ciencia vuelve ateo, pero en el fondo de la copa se esconde Dios».





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