Un poeta oscuro

Había una vez un poeta oscuro. Tanto, que se creó una sociedad de estudiosos dedicada a interpretar sus escritos. El poeta asistía, aburrido, a estas reuniones y permanecía en absoluto silencio. Nunca afirmaba ni negaba nada acerca de los significados o sentidos allí expuestos por los exégetas. En ocasiones, anotaba en su libreta pequeñas reflexiones o, quizás, la lista de la compra, nunca lo sabré. Un día, tanto le insistieron por el simbolismo de unos versos, que por fin salió de su habitual mutismo e hizo el siguiente comentario: «Los escribí hace tiempo. Me gustaba su música. Cuando los escribí, ni Dios ni yo sabíamos lo que significaban. Ahora, me temo, sólo lo saben ustedes».
   Algo pasó en aquel momento, como si nunca dejara de sorprenderme la facilidad con la que se puede hacer humor negro sin pretenderlo.










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