Simenon y la escritura

Se definía como un hombre que no deseaba tener ideas. Creo que desde niño tenía necesidad de hacerlo, pero me pregunto por qué escribía: «Me siento mal cuando no escribo». Cuentan que su médico, cuando lo veía deprimido, le recetaba empezar una nueva novela, pero no porque fuera feliz haciéndolo: «No, no. Hay felicidad. Soy feliz cuando termino, pero mientras escribo es algo terrible. Entre novela y novela tengo tres o cuatro semanas de vida exuberante y, luego, poco a poco, tengo una sensación de vacío. Siempre es igual. Por eso he tenido treinta y tres casas en mi vida. Miro a mi alrededor y digo: ¿qué hago aquí? Y no sé la respuesta». Se consideraba un impresionista porque trabajaba con pequeñas pinceladas: «Creo que un rayo de sol sobre una nariz es tan importante como un pensamiento profundo». Con razón no quería tener ideas.




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