Me cuenta Gregorio Luri que Castelar, ante la posibilidad del triunfo de las ideas socialistas, llamó la atención sobre los peligros que este triunfo traería consigo: la creación de un estado monstruo al que se le pedirá que saque con una varita mágica “agua de las peñas”; unos contribuyentes obligados a prestarle “un duro al gobierno” para recibir a cambio “medio duro”; un “ejército de burócratas” gestionando un “Estado prestamista” que, aunque se presentará a sí mismo como “Estado Providencia”, será en realidad un “Estado absoluto” que acabará escudriñando las conciencias; la reducción de la libertad económica, que no redundará en beneficios para el trabajador; la imposición de una ideología empeñada en rehacer la naturaleza humana. Un Estado socialista, concluye, “resultará siempre triste retrogradación indigna de las grandes ascensiones al derecho de nuestra sociedad contemporánea". Le faltó denunciar el insondable amor al déficit público de la izquierda retrógrada para financiar lo que ellos llaman "partidas sociales", y que no es otra cosa que gastar lo que hoy no tenemos para que lo paguen los que trabajen mañana; esto es más o menos como un robo al futuro.
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Cada yo es límite de un mundo al que no pertenece: no lloréis, hijos, que todo podría ser mentira. Todo es misterio y claridad extrema.
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