Fuente contaminada
Hay varias formas de desvelar lo oculto. Una de ellas consiste en seguir a las vanguardias, donde de vez en cuando se contemplan cosas nunca vistas. Pero qué ocurre cuando el vanguardista es tan ignorante que desconoce que lo presuntamente desvelado por él no es más de una repetición de un desvelamiento anterior por él ignorado. Odiar las repeticiones de lo pop conduce a sentirse expulsado. Hace frío y hay viento, un viento que me obliga a darme la vuelta. Recurro a lo ya olvidado. El lugar no es reconocible porque es casi de noche, y tampoco puedo pensar con este frío y esta ventolera. Pero las fuentes, esos fríos rincones de las alturas origen de todo este cúmulo de repeticiones incesante con forma de series, sagas, películas clonadas y desechos psíquicos vanguardistas, mantienen todavía un aire puro desde el que es posible contemplar la ingente contaminación que se vislumbra en el valle. Hay más novedades en una obra de la Grecia clásica que en un plagio vanguardista. Sin embargo, no sé si deliro, pero resulta inquietante observar que la Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia, por ejemplo, escrita por un autor desconocido al que llamamos Pseudo Calístenes en el siglo III, obra de escaso alcance intelectual, de estilo mediocre y con numerosos errores históricos y geográficos, sea una de las que han tenido más éxito de la Antigüedad, seguramente porque el autor acertó con los intereses de un amplio público de esa época. Fue el texto más traducido, después de la Biblia, hasta los comienzos del Renacimiento. Eso me inquieta, no puedo evitarlo, aterido como estoy, anhelando el calor de una buena chimenea. La transmisión de la cultura clásica no ha sido un proceso aséptico que nos haya legado lo mejor de cada época. Al contrario, cada época ha ido seleccionando y filtrando lo que consideraba mejor en consonancia con sus gustos, costumbres, prohibiciones y censuras, destruyendo o dejando de copiar todo lo demás. Las fuentes están contaminadas por el valle, me temo, y eso me inquieta.