Arte y panteísmo

Ni el artista ni el hombre religioso pueden ser panteístas; la realidad es esencialmente algo más extenso que la naturaleza. Lo fantástico, lo onírico, la cultura, los valores... La naturaleza no tiene valores. A la naturaleza le falta un ritmo artístico, algo más allá del día, la noche o las estaciones. El mundo puede ser armónico en su totalidad pero disonante en sus diferentes parcialidades. El mundo podría ser perfecto, como creían los estoicos, pero imperfecto desde la individualidad. El arte es algo humano, en la medida en que está entre el cielo y la tierra, como él eros mediador de Platón. Por tanto, Dios no puede ser el mayor artista, como creían algunos padres de la Iglesia. Solo porque el mundo es imperfecto existe el arte. Conocemos un mundo que nos es presentado a través de la experiencia, al que se refería Berkeley, pero ¿quiere eso decir que lo que no nos afecta no existe? El arte crea ilusiones, seduce, engaña pero porque la realidad visible no le basta y porque entrevé otra que la supera. El arte no contrapone la verdad con la mentira sino que utiliza la ficción, la ilusión, la imaginación como acercamiento hacia una verdad superadora. El arte puede revelar mucho mejor que la religión y la filosofía una materialización imperfecta de lo sublime, una iconografía de las sombras trascendentales. Aléjense de aquellas ficciones que solo son combinaciones de mitos. La vocación del arte es el desvelamiento de una verdad entre tinieblas.


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