Esbozos persuasivos de Sexto Empírico

Hipotiposis pirrónicas. ¿Por qué ser escéptico? Montaigne, Descartes y Hume lo leyeron, así aparece. Siempre puede cuestionarse la validez de cualquier criterio. Hay apariencias que nos arrastran; otras quedan superadas. Cualquier marco de sentido es inconsistente en sí mismo. Al menos, exijámosle coherencia interna. Hay una metafísica religiosa revelada, escrita y fijada por un canon de escrituras sagradas. Hay otra metafísica religiosa revelada, oral, no fijada, a partir de modas, costumbres y sentidos comunes. Reconózcase como imposible salir de la propia mente y toparse con lo objetivo; ni demostrar una verdad desde sí misma. Los dogmáticos se comportan así, sin sospechar. No existe un criterio para demostrar —sí para creer en— la primacía de una apariencia sobre otra. Argumento circular, petición de principio, ad infinitum. Un postulado dogmático es la aceptación de un hecho que parece afirmarse sobre un razonamiento.
   ¿Y entonces?
   Parece que el escepticismo es una postura lógica ajena a la vida: no sólo no entramos en conflicto con la vida, sino que incluso luchamos al lado de ella, asintiendo sin dogmatizar a aquello que nos persuade y enfrentándonos a las fabulaciones propias de los dogmáticos. Bellas palabras que nunca son recordadas. Creemos en algo no por la vía de una demostración imposible, sino por una persuasión indefinida y, seguramente, equivocada, hasta que otra nos persuada más.


Entradas populares

Piedras

Fourier