Al borde de la nada
Nada te pertenece,
Pero no te preocupes,
Que nada necesitas,
Solamente latir y respirar
Y sentir lo creado
Resonar en tu alma
Esa es toda tu herencia,
Toda tu posesión.
Lo demás nada vale,
No es más que distracción
Que nos conduce al extravío.
Nada te pertenece,
Pero no te preocupes.
Procura madurar tu propia muerte.
José Luis Pardo
Recordaba este poema, Giovanni, mientras me acercaba a aquel mendigo que parecía dotado de un gran talento intelectual, pero que seguramente era un pobre hombre que fracasó de forma estrepitosa al no tener ningún interés en lo práctico ni por la rutina diaria. Me parece que carecía del más mínimo don para las relaciones personales normales. Por lo que pude intuir, su único entretenimiento consistía en inventar teorías y destrozar las de los demás. Su brillantez era oscura y difícil, sin empatía, arrogante y distante, criticando prácticamente a todo el que se pusiera por delante, demasiado indiferente y pensándose superior como para soportar un mínimo hilo de dependencia. Creo que contemplaba a la humanidad como un simple juego de máscaras egoístas, pretenciosas e insoportables. Seguramente el resto del mundo le molestaba.
Todo eso imaginé, Giovanni, mientras pasaba por delante de él y me tendía la mano. Llevaba la moneda preparada pero fui incapaz de dársela y pasé de largo.
No tenía nada, me contestaste, quizá porque hubo un tiempo en que pensó que todo le sobraba. Pero eso es mucho imaginar. A lo mejor solo era un hombre con mala suerte.