Al borde de Berkeley y Vila-Matas

Hechos insípidos adquieren sabor cuando se sabe que son contemplados. Cuando Vila-Matas planea imitar a Duchamp y abandonar la escritura para convertir su vida en la auténtica obra de arte, se da cuenta de que necesita un contemplador que lo observe. Sin el hombre contemplador, su vida sería una mera sucesión de anécdotas y boutades insulsas carentes de interés alguno. Para ello, piensa en contratar a un escritor que lo siga y esté dispuesto a relatar su artística vida. Existir es ser percibido, escribió Berkeley con gran acierto, pero seguramente pensando en otra cosa. No existe arte, ni vida, ni esencia si nadie la contempla. Sin embargo, la solución de Vila-Matas es original: él mismo será el escritor que escriba acerca de un escritor que le contempla en su artística cotidianidad. Algo así es la conciencia, un bucle sospechoso en el que nadie cree ya; por eso la manía de hacerse selfies y compartirlos, para salpimentar mientras se verifica una existencia insípida.


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