La calle debe callarse

Hay quien entiende la religión como útil para el bienestar psicológico, en vez de como juicio inicial y juicio final; entiéndaseme bien, no hablo del Apocalipsis.
   Insultar no necesita de argumentos, pero saber a quién hacerlo con cierta justicia, sí.            
   Con la referencia ideal divinizada, la contemplación es siempre añoranza, y frustración para los pragmáticos.
   Recorro un arduo camino hacia la mudez, no queda más remedio, para qué dirigirse y hablar a los que te escuchan con los dientes de la sonrisa selfie. El simple acto de hablar aumenta el desorden del universo dogmático. El no dogmático se muestra impasible.
   La responsabilidad y el criterio de las multitudes se asemeja bastante al de las amebas babeantes. Cualquier manifestación multitudinaria debería provocar arcadas en mentes con un mínimo de lucidez y tendría que ser disuelta de inmediato. No me gusta lo que dice la calle. La calle debe callarse.


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