Hipatia

Hay filósofos neoplatónicos mucho más importantes que yo, como Porfirio, Jámblico, o Proclo, pero apenas son conocidos. Mi nombre ha sido tantas veces manoseado a lo largo de la historia que solo queda de él su uso como arma arrojadiza y como instrumento de la retórica para atacar o defender posturas que yo nunca defendí y que jamás pasaron por mi mente. Ahora soy inmortal, sí, pero lo que queda de mí es una colección de disfraces con los que cada uno adorna mi esqueleto. Me he convertido en una muñeca ideal que los sofistas modernos manejan a su antojo. Seguramente, de saberlo, habría preferido ser olvidada por completo y morir del todo. Saben cuando morí, pero desconocen la fecha de mi nacimiento. Sin embargo, se atreven a representarme como una mártir joven y bella. Claro, no sería lo mismo si me figuraran vieja y decrépita. Pero la realidad es que escasean las fuentes documentales y no se conserva ningún texto ni fragmento mío. Animo a feministas, progres y ateos a que se acerquen a las escasas fuentes que os han llegado, como Dasmacio, mi correspondencia con Sinesio, Sócrates Escolástico o Juan de Nikiu. A través de estos escritos nunca lograrán conocerme; seguramente seguirán manipulando, pero al menos lo harán con mala conciencia.



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