El vago es una persona atareadísima, con muchas cosas que hacer, pero que no encuentra ninguna que sea preferible a no hacer nada. Las únicas acciones que le gustan son las que cotizan. El vago tiende a creer lo que según Vila-Matas dijo Terencio en el siglo segundo antes de Cristo, que no hay nada que decir que no haya sido ya dicho. Me gusta pensar que el clásico lo dijo justo cuando terminó de leer los diálogos de Platón. Pero no sé si creérmelo, Vila-Matas es propenso a inventar y adjudicar citas a diestro y siniestro, convirtiendo a personajes históricos en muñecos de ventrílocuo que enriquecen su propuesta literaria, enlazando realidad y ficción sin que su discurso imaginativo se resienta.

El muñeco de ventrílocuo es una especie de máscara de una múltiple personalidad. De hecho, es bien conocido que, etimológicamente, 'persona' significa 'máscara'. Muchos perfiles de las redes sociales consisten en una imagen idealizada de esa máscara, es decir, una remáscara impoluta que presume de una vida supuestamente atractiva. Para ello seleccionará, inventará, disimulará, omitirá y maquillará sus acontecimientos vitales. Él mismo no se reconocerá. De nada le servirá, esa imagen de la buena vida que intentará transmitir, precisamente, lo delatará en su auténtica y acaso ridícula personalidad, porque las remáscaras dicen más de sus portadores que sus imperfectas máscaras originales.

Cuenta Don DeLillo que toda esta pantomima es una vocación. Tiene que haber alguien que parezca convencido de sus creencias. A medida que la fe abandona el mundo, la gente encuentra más necesario que nunca que haya alguien que crea. Aquellos que han abandonado la fe aún se ven obligados a creer en los otros. Están convencidos de acertar en su ausencia de fe, pero saben que la fe no debe desvanecerse por completo. El infierno llega cuando ya nadie cree. Siempre tiene que haber creyentes. Sin locos, no hay verdad posible, concluye. Pero quién es el loco, me pregunto: el que piensa que la materia es un desarreglo espiritual o el que cree que el espíritu es un error de una materia pretenciosa.

Acaso la locura es lo que contaba aquel hombre raro que tras orar en el Muro de las Lamentaciones solo pudo confesar que se sentía como si hubiera estado hablando con la pared.


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