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No será la vez primera que escribo y, en el acto mismo de hacerlo, me entero efímeramente de lo que pienso. Momentáneo es ese conocimiento si no queda registrado en mi Libro de certezas, recién remodelado y que ahora luce unas impolutas tapas rojas. Y momentáneo continuará ajeno a mi consciencia si no abro periódicamente mi cuaderno y releo aquel pensamiento verdadero que siempre quiere huir de mí. A partir de la cuarta o quinta relectura, si es que esta llega a tener lugar, el pensamiento se irá apegando a mí y ya no se desprenderá salvo que en ese intervalo yo experimente un cambio radical de personalidad, algo cada vez más improbable. Pero la falta de interés por releer lo ya escrito actúa como falso carcelero y las ideas escaparán del cuaderno como alma que lleva el diablo.

Piensa Muñoz Molina que el gran poema de este siglo solo podrá ser escrito con materiales de desecho. ¡Vade retro! ¡Eso es lo que llevamos haciendo desde hace décadas! Creo que es justo lo contrario. El arte es todo aquello que uno necesita salvar de tirar a la basura.

Boadella sobre Picasso en El pintor. Un mito exagerado. Le tenía ganas desde hace tiempo. La degeneración de la pintura. Lo que importa es asentar un renombre y hacer caja, de dinero y de gloria. Llega a París con la conciencia de que era muy bueno, pero pronto se da cuenta de que allí no es nadie. En un viaje de absenta, se le aparece el maligno y negocian fáusticamente. ¿Y tú qué ganas a cambio? Mefistóteles le responde: el caos que vas a generar en el arte, eso gano. A partir de ahí ya no buscará al gran solitario, ya solo intentará sorprender.

Vislumbrar soledades es uno de los secretos del arte que me interesa. Creo que el arte es mucho más que una simple transmisión emocional, y también más que el puro virtuosismo. Para mí es como una iconografía emocional, intuitiva y sonora de las sombras trascendentales. No es un desecho psíquico, ni basura, ni simple provocación. El artista es alguien que intuyendo una vereda hacia lo sublime se propone recorrerla y comunicarla con inusual maestría, alguien ajeno a la mediocridad y a lo popular, por lo que es muy probable que muchos nos quedemos sin entender nada. En tal caso me conformaré con el discurso apofático, un elogio de la duda: No sé cuando algo es arte, pero sé perfectamente cuando algo no lo es. Me vale.


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