Café acusmático

En mis auriculares suena música electroacústica que escucho a través de los podcasts de Ars Sonora, de Radio Clásica. Arte sonoro. Artistas que no se ganan la vida con su arte. Personas que no pretenden vender nada y no necesitan adaptarse, contaminándose, a los gustos de la mayoría. Arte de verdad, el que surge de la afición y no de la profesión. El arte no puede venderse, y si pretende venderse, uno tiene el derecho a pensar que solo será mercadería, artesanía, acaso comida basura, como la música pop.

Desde hace algunos años Platón se ha convertido en la referencia desde la que contemplo el mundo. Sus diálogos son para mí como las escrituras sagradas y en ellos encuentro, no tanto razonamientos, sino una serie de magistrales intuiciones que son las que conforman nuestra visión del mundo, acaso sin saberlo, la visión procedente de una época de fuerte agudización de la consciencia. La religión en Platón siempre es difusa, y se agradece que no la concrete en un mito determinado. La idea suprema en la que reinan la verdad, la bondad y la belleza es de donde emana una ética ejemplar y una política utópica que deja en manos del sabio santo, quizá él mismo o un mesías que aún no ha nacido. Sigo con afición su enorme influencia diseminada en los peripatéticos, en los académicos, en los estoicos, en los Padres de la Iglesia, en los neoplatónicos, y puedo remontarme hasta Berkeley, Kant y Schopenhauer, pasando por la Florencia de los Médicis, donde me encuentro con Jorge Gemisto Pletón y con Marsilio Ficino. Y si cambio de sentido, rastreo sus orígenes estudiando a los presocráticos, a los órficos o los pitagóricos.

Ayer escuché dos conferencias muy interesantes sobre Pitágoras y los acusmáticos, que impartió David Hernández de la Fuente y que pueden encontrarse en la web de la Fundación Juan March. Y hoy, leyendo un estudio preliminar a la Cábala del Caballo Pegaso, de Giordano Bruno, me entero de que hay un discurso pitagórico en el libro XV de la Metamorfosis, de Ovidio. Rápidamente, rebusco en los dos ejemplares que guardo en mi biblioteca, una de la editorial Gredos y otra de Austral, ambos con amplísimos estudios introductorios y adornados de una infinidad de notas de las que alimentarme durante un tiempo.

Pero, antes de empezar, voy a prepararme un café.

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