Podas jacobinas

Dentro del espectáculo del videojuego, me permito recordar a Alexis Tsipras, un personaje que engañó a su pueblo y traicionó su referéndum, pero que se bajó a tiempo de la locura de sacar a su país de la Eurozona: «llegué sin experiencia y cometí grandes errores (...) abandonar la UE ¿para qué? ¿para irte a otra galaxia? (...) Te tapas la nariz y coges lo que hay, porque sabes que no hay alternativa». Su máster de presidente de gobierno se lo pagaron los griegos y algunos europeos a precio de oro. La izquierda y el populismo tienen la mala costumbre de no formarse, salvo en pensamiento mágico, hasta que llegan al poder y, aunque algunos aprenden, mientras lo hacen, la lían. Siempre la misma historia.

En esa parte de España donde habitan seres mágicos, un submundo propio de la infancia, de la ingenuidad y del fanatismo más cutre, se han caído de pronto los decorados y ha bastado para ello una institución que parecía desahuciada, el Senado, y un simple Consejo de Ministros para que todos los Truman que pululaban por el show se dieran de narices contra los muros de sus propios límites. Es posible que los decorados vuelvan a levantarse pero ya nada será igual.

El Estatuto de Cataluña de 2006 proponía tres cuestiones que han sido claves: una relación bilateral Generalidad y el Estado central español, considerar los derechos históricos como superiores en legitimidad a la propia Constitución y un Consejo General del Poder Judicial propio. Estas tres ramas invasoras fueron podadas y trituradas por el Tribunal Constitucional.

Me vienen a la imaginación ahora los jardines ingleses y los franceses. Tanto uno como otro necesitan de podas periódicas. Pero es en el caso francés donde esta se ha convertido en todo un arte.


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