La eterna juventud
Sin duda los científicos que logren esta eterna juventud pecarán de hybris; de nada valdrá su empeño en hacernos vivir las repeticiones cinco veces más. Sirva como metáfora irónica el propio cáncer, cuyas células son tan inmortales que no paran de dividirse hasta causar la muerte del organismo en el que habitan. De una célula que no murió cuando debía viene la muerte temprana del conjunto.
¿De verdad hay alguien que quiera vivir quinientos años? Allá ellos.
Hay dos alternativas para enfrentarse a la muerte: por un lado, quien la vea como un punto final deberá simpatizar con el concepto de 'nada', una cuestión muy complicada; y quien la considere como un punto y seguido tendrá que vivir con esperanza y temor a los preparativos de un próximo viaje desconocido.
Sócrates, en el Fedón, pertenece prudentemente a los del segundo grupo y dice: «[...] bien merece la pena correr el riesgo de creer en ella [la inmortalidad del alma]. Es un azar precioso al que debemos entregarnos».