Revoltijos

Leo El ateísmo sagrado. Hacia una espiritualidad laica, de Feliciano Mayorga. Editorial Kairós, 2017.

Incluso entre los defensores del hecho religioso, existe un complejo de inferioridad que habla de un ambiente de declive de la religiosidad, de la espiritualidad, como una consecuencia de un cientificismo arrogante. Defienden un respeto por otras formas de conocimiento y de sabiduría no sujetas a sus reglas. Como si hubiera un conocimiento claramente científico y otro claramente místico, religioso o espiritual. La realidad, en mi opinión, es que todo este tipo de conocimientos están muy mezclados, revueltos, diría yo. El científico arrogante también apoya todo su sistema en lo Absolutamente Otro, aunque luego su método vaya por otros derroteros. Lo esencial es que las personas religiosas reconocen su deuda con lo misterioso, con lo absoluto, mientras que las otras, en su arrogancia, no.

¿Cómo se puede determinar cuáles de nuestros contenidos mentales son verdaderos y cuáles falsos? Y si todo es interpretación, ¿qué es lo que se interpreta?

Haría falta un observador externo o una referencia absoluta. Simplificando mucho:

1. El teísmo plantea la personalidad y trascendencia de lo absoluto.
2. El ateísmo materialista, niega lo anterior, pero eleva a referencia absoluta a la materia-energía.
3. El panteísmo afirma su impersonalidad e inmanencia.
4. El agnosticismo no se pronuncia, a priori; pero luego, a posteriori, en la vida cotidiana, sí lo hace, reconociendo un bien, un mal, lo bello, lo feo, lo absoluto y lo relativo.

¿Alguna de estas alternativas es ajena a creencias, prejuicios, modas, paradigmas, estructuras o arquetipos?

Ya lo dijo Cioran, todo conocimiento es un acto religioso.

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