Incapaces peligrosos

Ser mujer florero —aunque una sea infanta de España con asesores a tu disposición— o firmar documentos supuestamente a ciegas y luego alegar que no se habían entendido, se ha convertido en una estratagema kafkiana que funciona muy bien en estos tiempos de populismo judicial. Con este sutil método irresponsable se puede robar a Hacienda o arriesgar en productos financieros, ya sean participaciones preferentes, hipotecas multidivisa o con cláusula suelo. Si la cosa sale bien y ganan dinero, perfecto; pero si sale mal y pierden, siempre pueden recurrir a un juez o tribunal que les devolverá el fruto de su mala cabeza.

Los gastos para la compra de una vivienda ascienden a un diez por ciento del importe, aproximadamente: ¿sería pecado que aquellos que dicen que no entienden la escritura —en la que nunca hay letra pequeña, pues son todas del mismo tamaño— contrataran los servicios de un abogado que les asesorase? No, pero luego recurren a ellos cuando les conviene, para que demuestren ante un tribunal que son unos ignorantes irresponsables. Nada más rentable.

Pero lo que no puedo entender es que no se declare incapaces a todas esas personas que han evidenciado que su firma es papel mojado. Habría que asignarles un tutor que vele por la seguridad contractual y jurídica no sólo de ellos, sino del resto de la sociedad. Son un peligro.


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