Se necesitan santos
No temáis a la muerte, sino a la inutilidad de la vida. Los poetas son inferiores a los santos pero superiores a los filósofos: Pueden encontrar sentidos más profundos, caminos distintos. En la enemistad contra los ricos entra a menudo la envidia. No merecéis las riquezas de la pobreza si vuestro ánimo es semejante al de los ricos. Vuestro descontento es justo, pero ingenuo. Entre los gobiernos no se vio nunca el perfecto. Vuestra ingenuidad consiste en imaginar que un cambio de banderas o de capitanes pueda dar mayor equidad y felicidad. Creéis que el mal reside en ciertas formas determinadas de constituciones, en tales y cuales gobernantes ineptos o indignos, o en sistemas de gobierno radicalmente distintos. Siempre nos gobierna una oligarquía. Todo Gobierno consiste en unos pocos ciudadanos que se encaraman sobre los demás, en cualquier régimen político. Lo poco de bueno que hay en cada sistema suele reconocerse cuando se empiezan a sufrir los males del opuesto. Todos dicen gobernar por la grandeza de la patria, la salvación del país, por el bien del pueblo, por el progreso. Ciegos guiados por otros ciegos. Hombres escogidos por hombres movidos por el interés, la envidia, la fantasía, la utopía, en medio de zafios engaños de comediantes. Siempre estáis dispuestos a creer, por candidez, por inquietud, que un cambio de sistema pueda cambiar vuestros destinos, pero la sustancia básica siempre permanece igual. No basta cambiar los sistemas, hay que cambiar las almas. El peor sistema, aplicado por hombres rectos y sabios, por santos, podría ser un paraíso. Esperáis demasiado de la política. Se necesitan santos.
Esto me dijo Giovanni Papini en su Cartas del papa Celestino VI a los hombres.