Aegyptiaca, de Manetón

No puedo considerar este libro como un verdadero libro. Si uno lo hojea se da cuenta enseguida de que se parece mucho a una simple cronología. Cuenta Vidal Manzanares que la Aegyptiaca ha llegado hasta nosotros a través de diversos fragmentos insertos en la obra de distintos autores con una finalidad apologética que pretendía hacer encajar los relatos de la Biblia con la cronología de la civilización egipcia. Manetón (s. III a. C.) ha llegado hasta nosotros incompleto y seguramente manipulado, pero es una de las fuentes históricas más importantes del Egipto antiguo y la más relevante en lengua griega. Ha sobrevivido indirectamente  a travės de citas amplias de Flavio Josefo, Julio Africano, Eusebio, y referencias puntuales de Diógenes Laercio, Plutarco, Porfirio, entre otros.

Muy posiblemente Manetón fue natural de Sebennito (la actual Samannud) en el Delta, y parece ser que perteneció a la clase clerical egipcia.              

Flavio Josefo (37-101), historiador fariseo, no confiaba en Manetón como historiador sino en la medida en que pudiera justificar sus interpretaciones apriorísticas de la historia judía, y, por tanto, estaba preparado para tergiversarlo o incluso para denigrarlo como fuente histórica poco fiable.

De Sexto Julio Africano (169-240), padre de la cronología cristiana, nos han llegado referencias en un intento de hacerlas encajar en una cronología supuestamente bíblica, y es poco cuidadoso en el empleo de las fuentes pues no sentía hacia Manetón el interés del historiador sino el del apologista.

Eusebio de Cesárea (263-339), padre de la historia de la Iglesia, que en el año 313 fue elevado a la sede episcopal de Cesárea, donde se vio envuelto en la controversia arriana, elaboró una serie de cuadros sincrónicos cuya finalidad es probar que la religión judía era la más antigua del mundo, y que a través de ella, por ser su legítima sucesora, lo era la cristiana. Constituye quizá la fuente de transmisión de la obra manetoniana más importante, la más extensa y no es inferior en fidelidad a Josefo ni a Julio Africano.

Jorge el Monje, de Constantinopla, a finales del siglo VIII o inicios del IX, deja de manifiesto hasta qué punto Manetón seguía gozando de predicamento notable entre los autores medievales, aunque, quizá, éste viniera en parte ligado a la estima que le habían manifestado los Padres de la Iglesia.

Manetón se halló en una situación envidiable para escribir una historia antigua de Egipto. Contó con un armazón de conocimientos indispensables y la posibilidad de acceder a los archivos egipcios. Pudo descifrar la escritura jeroglífica de tablillas, obras arquitectónicas y esculturas sin necesidad de recurrir a un traductor no siempre bien comprendido, como sucedió en el caso de Heródoto. A todo ello se unió un conocimiento profundo de la historiografía griega que le permitió efectuar comparaciones y emitir juicios críticos de indudable solvencia.


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