Liberalismos
Llega la noche, vuelvo a la cabaña. Me quito la ropa mojada llena de barro. Me ha caído la tormenta encima y algunos rayos han andado muy cerca. Me pongo ropa seca y enciendo el fuego. Me preparo una sopa de sobre instantánea para entrar en calor. Esto de vivir sólo tiene enormes ventajas: nunca enfermas invadido por los virus y bacterias de los otros. Una vez entro en calor y confortablemente instalado en mi apacible refugio, me dispongo a conversar con los hombres que tienen o tuvieron algo que decir, no siento incomodidad alguna, me olvido de todo, no temo a la pobreza ni me asusta la muerte.
Alberto Gordo entrevista a Antonio Escohotado en El Cultural: "La igualdad no solo es imposible, es indeseable". Horrorizado al recordar cómo pensaba de joven, no se explica su antigua fe en la utopía, cuando no le daba valor a su vida y, lo peor de todo, también estaba dispuesto a arriesgar las vidas de los demás. En su ensayo Los enemigos del comercio, me cuenta que con setenta años de terror, la URSS fue líder en dos cuestiones: la represión y la propaganda.
El comunismo cae, pero los enemigos del comercio permanecen: "La enemistad del comercio nació hace unos 2.100 años. Son los profetas Daniel e Isaías quienes comienzan a decir que comerciar es robar". Jesucristo también aportó bastante odio contra los mercaderes.
El comunismo goza de una imagen aceptable porque no se le discuten sus fines sino sus modos de ponerlo en práctica. Se le considera una ideología bienintencionada y lo que falla son, en todo caso, los líderes que deben impulsarlo.
El comunismo es nefasto siempre por una sencilla razón: necesita de una peligrosa concentración del poder, que siempre queda en manos de unos pocos (no tan inocentes) planificadores. John Stuart Mill acabó por ver el peligro que entrañaba y advirtió de que en caso de hacerse realidad llevaría a un despotismo de los dirigentes del estado sobre los individuos.
"Fuera de la igualdad ante la ley, que cualquier alma decente defenderá siempre, la igualdad en cualquier otro sentido no solo es algo imposible, sino que es indeseable".
"Siempre ha habido extremos y gente sensata en el centro. Y hay una extrema izquierda que, ante su desprestigio, se inventa una extrema derecha para sobrevivir", el clásico enemigo exterior en el que reconcentrar el odio, esa pasión que tanto une.
La búsqueda de una fórmula única para vivir bien es una quimera. Nadie coincide en el modelo de felicidad propio, y cualquier intento de imponerlo es necesariamente coercitivo y despótico.
¿De dónde han sacado algunos legisladores esta súbita certeza de que los gobiernos pueden hacer más feliz a la gente? Hoy en día existen grupos con puños de hierro y mandíbula de cristal que tienen una alta tentación a convertir la supuesta nueva política del bienestar en algo antiliberal y coercitivo. El liberalismo es para ellos sinónimo de avaricia, explotación, desigualdad y alienación, todo ello basado en el sofisma imperante de que el capitalismo es un juego de suma cero, donde lo que unos ganan, otros lo pierden.
En un momento dado el periodista le pregunta: "¿Quiere decir que hemos de resignarnos a la cleptocracia reinante?". Ante esta ingenuidad que presupone que ha habido épocas edénicas en que ha reinado la justicia, la virtud y la concordia, deberíamos recordar que ya hubo una democracia durante un tiempo en Grecia y, terminó corrompiéndose. ¿Quién puede asegurar que buscando el Edén en la tierra, los utopistas no nos vuelvan a conducir al infierno? "El mundo va muy bien, créame. Va lo mejor que puede ir".
Desde luego, volver a las viejas recetas que se intentan propagar como nuevas es algo absurdo, ingenuo y contraproducente. Es preferible estudiar y conocer el alma humana, dejarnos de materialismos y caminar hacia la libertad del ser, en vez de hacia la absurda igualdad en el tener.
Alberto Gordo entrevista a Antonio Escohotado en El Cultural: "La igualdad no solo es imposible, es indeseable". Horrorizado al recordar cómo pensaba de joven, no se explica su antigua fe en la utopía, cuando no le daba valor a su vida y, lo peor de todo, también estaba dispuesto a arriesgar las vidas de los demás. En su ensayo Los enemigos del comercio, me cuenta que con setenta años de terror, la URSS fue líder en dos cuestiones: la represión y la propaganda.
El comunismo cae, pero los enemigos del comercio permanecen: "La enemistad del comercio nació hace unos 2.100 años. Son los profetas Daniel e Isaías quienes comienzan a decir que comerciar es robar". Jesucristo también aportó bastante odio contra los mercaderes.
El comunismo goza de una imagen aceptable porque no se le discuten sus fines sino sus modos de ponerlo en práctica. Se le considera una ideología bienintencionada y lo que falla son, en todo caso, los líderes que deben impulsarlo.
El comunismo es nefasto siempre por una sencilla razón: necesita de una peligrosa concentración del poder, que siempre queda en manos de unos pocos (no tan inocentes) planificadores. John Stuart Mill acabó por ver el peligro que entrañaba y advirtió de que en caso de hacerse realidad llevaría a un despotismo de los dirigentes del estado sobre los individuos.
"Fuera de la igualdad ante la ley, que cualquier alma decente defenderá siempre, la igualdad en cualquier otro sentido no solo es algo imposible, sino que es indeseable".
"Siempre ha habido extremos y gente sensata en el centro. Y hay una extrema izquierda que, ante su desprestigio, se inventa una extrema derecha para sobrevivir", el clásico enemigo exterior en el que reconcentrar el odio, esa pasión que tanto une.
La búsqueda de una fórmula única para vivir bien es una quimera. Nadie coincide en el modelo de felicidad propio, y cualquier intento de imponerlo es necesariamente coercitivo y despótico.
¿De dónde han sacado algunos legisladores esta súbita certeza de que los gobiernos pueden hacer más feliz a la gente? Hoy en día existen grupos con puños de hierro y mandíbula de cristal que tienen una alta tentación a convertir la supuesta nueva política del bienestar en algo antiliberal y coercitivo. El liberalismo es para ellos sinónimo de avaricia, explotación, desigualdad y alienación, todo ello basado en el sofisma imperante de que el capitalismo es un juego de suma cero, donde lo que unos ganan, otros lo pierden.
En un momento dado el periodista le pregunta: "¿Quiere decir que hemos de resignarnos a la cleptocracia reinante?". Ante esta ingenuidad que presupone que ha habido épocas edénicas en que ha reinado la justicia, la virtud y la concordia, deberíamos recordar que ya hubo una democracia durante un tiempo en Grecia y, terminó corrompiéndose. ¿Quién puede asegurar que buscando el Edén en la tierra, los utopistas no nos vuelvan a conducir al infierno? "El mundo va muy bien, créame. Va lo mejor que puede ir".
Desde luego, volver a las viejas recetas que se intentan propagar como nuevas es algo absurdo, ingenuo y contraproducente. Es preferible estudiar y conocer el alma humana, dejarnos de materialismos y caminar hacia la libertad del ser, en vez de hacia la absurda igualdad en el tener.