"He matado la voluntad de tanto analizarla". Pessoa. El sueño de Schopenhauer. Tenía todas las cualidades para hacer algo grande, menos el deseo de hacerlo. Se conformó con dar volteretas con la inteligencia, con el mismo "estado espiritual de quien hace solitarios". El odio por la acción, constatando que el mundo pertenece a los hiperexcitados. "El alma humana es un manicomio de caricaturas", donde los lobos esteparios comparten establo con otros delirios. "He adquirido frente a la acción un escrúpulo de honestidad trascendental que me inhibe de mantener relaciones muy marcadas con el mundo de lo palpable". Hace bien, pero luego se arrepiente: "al separarme de los hombres no me encontré". Tampoco Sócrates. Dicen que "las cosas no valen sino su interpretación". Pero el asunto es que uno no está en disposición de elegir siempre la mejor interpretación. Por eso, satisfecho solo puede estarlo el que se conforma o se resigna y su ideal lo encuentra en "vivir una vida desapasionada y culta, leyendo y soñando, al borde del tedio", contemplando una naturaleza que es lo que queda si quitamos a Dios el alma. "Los amo a todos, mis queridos vegetales", aunque "me irrita la felicidad de los hombres que no saben que son infelices". Ya se ve: escoger y ganarse los modos de no hacer nada es una tarea a la que hay que dedicar mucho esfuerzo.
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Cada yo es límite de un mundo al que no pertenece: no lloréis, hijos, que todo podría ser mentira. Todo es misterio y claridad extrema.
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