Es absurdo intentar convencer al populismo y al nacionalismo mediante argumentos. Tan solo hay que caricaturizarlos, aunque ellos ya lo hacen muy bien.


El manoseo insufrible de la idea del estado del bienestar nos ha convertido a todos en hijos únicos.

No soy misántropo. Tampoco amo a la humanidad. Solo puedo amar al prójimo, al próximo concreto.

No me gusta el ser humano envuelto en lo social. Tengo la costumbre de huir de lugares públicos, donde no me acucie la sensación de estar fuera de lugar.


Su aparente adaptación a lo real. ¿Es real o solo una pose?

Yo tampoco sé el camino, pero no me inquieta quedarme quieto.

Me miré en el espejo y le pregunté si yo era real. Tuvo la precaución de guardar silencio.

Mis sueños son un continuo evento social muy interesante, lleno de frivolidad aceptada. En ellos raramente aparecen libros y nuca estoy solo.

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