Nieva

Veo cómo nieva. No he podido salir en todo el día de esta pequeña cabaña. Permanezco al lado del fuego, de la chimenea, y pienso que es la pereza una verdad incómoda; no queda más remedio que intentar ver el mundo como una obra de arte y huir del resto. El fracaso está asegurado. Imagino que todo el mundo soporta frustraciones y banalidades, y mantiene a raya la desesperación a base de estupideces. A estas alturas, la única droga que puedo permitirme es el café solo. Con cada sorbo, mi mente se agudiza durante una media hora, para luego ir decayendo suavemente hacia la estupidez. A partir de ahí un ligero malestar que no es depresión sino la manera de sentir el roce que nace de la convivencia cotidiana con la melancolía.




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