Fríos
Se acabó el verano y los fríos comienzan en las alturas. Hoy la temperatura máxima ha sido de nueve grados y de cinco la mínima.
Vine a esta cabaña para no tener que aprovechar el tiempo. Nada menos estético. Y aunque estoy solo, no he llegado a perder el contacto humano. Los libros actúan como compañía inteligente que me hace conscientes todos los males que, en su ausencia, pasarían desapercibidos. Sin embargo, cuando intentan mostrarme los bienes, no me los creo, no son convincentes. Vivir aislado y con libros es una contradictoria elección vital. Uno no quiere comparar ni analizar y, aquí, solo, no para de hacerlo. Uno deja de criticar hasta a la chusma, y añora esa sutil manera de elogiarse propiamente.
Con Platón, el hombre puso fin al edén de su inconsciencia. La caída se consumó. Se entreabrieron los límites, las carencias, las dudas, se multiplicaron las preguntas. La soledad exagera esa percepción, la consciencia pura que la compañía de los libros exacerba.
—Antes de mi época —me habla Platón— nadie alcanzaba por su propia listeza a sospechar una mentira como ahora, sino que, creyendo verdad cuanto se contaba acerca de los dioses y los hombres, acomodaban a ello su vida.
Hubo quien abandonó a Dios para abrigarse entre la Humanidad. Yo hice lo contrario sabiendo que no encontraría respuesta.
Ahora me planteo abandonar la cabaña. Si todavía no lo he hecho es porque sé lo fría que será la acogida.
Vine a esta cabaña para no tener que aprovechar el tiempo. Nada menos estético. Y aunque estoy solo, no he llegado a perder el contacto humano. Los libros actúan como compañía inteligente que me hace conscientes todos los males que, en su ausencia, pasarían desapercibidos. Sin embargo, cuando intentan mostrarme los bienes, no me los creo, no son convincentes. Vivir aislado y con libros es una contradictoria elección vital. Uno no quiere comparar ni analizar y, aquí, solo, no para de hacerlo. Uno deja de criticar hasta a la chusma, y añora esa sutil manera de elogiarse propiamente.
Con Platón, el hombre puso fin al edén de su inconsciencia. La caída se consumó. Se entreabrieron los límites, las carencias, las dudas, se multiplicaron las preguntas. La soledad exagera esa percepción, la consciencia pura que la compañía de los libros exacerba.
—Antes de mi época —me habla Platón— nadie alcanzaba por su propia listeza a sospechar una mentira como ahora, sino que, creyendo verdad cuanto se contaba acerca de los dioses y los hombres, acomodaban a ello su vida.
Hubo quien abandonó a Dios para abrigarse entre la Humanidad. Yo hice lo contrario sabiendo que no encontraría respuesta.
Ahora me planteo abandonar la cabaña. Si todavía no lo he hecho es porque sé lo fría que será la acogida.