Renacimientos

Termino de leer Renacida, los diarios de Susan Sontag. Prescindibles. Aún así, subrayo esto:

He tomado pocas decisiones correctas, y la mayoría de las correctas por motivos erróneos. 
El solipsismo es la única filosofía verdadera, si filosofía significa algo distinto al sentido común. 
Nunca he entendido la ascesis. Siempre he pensado que procedía de una falta de sensualidad, de falta de vitalidad. Nunca me había dado cuenta de que hay un modo de ascesis –que consiste en una simplificación de las necesidades y en la búsqueda de un papel más activo en su satisfacción– que es precisamente un tipo de sensualidad más desarrollado. El único tipo de sensualidad que había yo entendido implica apego al lujo y a la comodidad. 
Querer más la verdad que querer ser buena.

Esta última afirmación, que no sé si es una confesión o un deseo, me desconcierta. Siempre que la oigo, pues se repite de diferentes maneras en otros autores, pienso en Platón, quien afirmaba que la Verdad estaba implícita en la Bondad. Creo que únicamente si hablamos en términos categóricos, en mayúscula, esto es así. Giovanni Reale, un gran estudioso del fundador de la Academia, escribe:

Para Platón, sólo se puede conocer de manera exacta el ser suprasensible, mientras que de todo aquello que está sujeto al devenir no es posible otro discurso que el de tipo conjetural.

Quizá ahí estén solapados todos los problemas éticos y políticos que tanto nos distraen, porque siempre que los tratamos lo hacemos en minúscula; pero ¿podemos hacerlo de otra forma? Platón peca de optimismo pues las mayúsculas están fuera de nuestro alcance racional, como sostenía su gran rival, Protágoras.

Por eso cuando opino sobre algún asunto veo siempre necesario, o adaptarse al dogma común, o expresarse con una mueca de falsa seguridad impotente. Algo que solo nos ocurre a los que no podemos dejar de señalar las incoherencias internas de todo discurso u opinión —incluido el propio— que no acepte su dogmatismo implícito ineludible. Dogmatismo que es una superación de lo racional por algo más intuitivo, más sentimental, incluso copiado, simulado o conjeturado. Es más estético (y ético) admitir que el sentido divino es una atraccion difusa y sutil de lo deseable y lo inteligible, a la que hay que dar respuesta se quiera o no. Giovanni Reale escribe:

Recuérdese todavía que para Platón la otra época del mundo (aquella en la que el Demiurgo tenía el timón) era muy distinta de la nuestra, en cuanto el hombre estaba en posesión de todo lo que necesitaba para vivir, estaba en paz con todos, tenía un contacto natural con Dios [entiéndase por Dios, la mayúscula, la referencia absoluta, la Verdad, la Bondad, la Belleza, el Tao...] y con lo divino y no tenía necesidad de conocerlo filosóficamente. En cambio, en nuestra época, el hombre debe buscar a Dios y recuperar la relación con él mediante la filosofía. Y propiamente mediante la filosofía, el hombre puede, con una suerte de "anamnesis", reunirse con Dios y, reencontrándolo, debe procurar imitarlo, en cuanto Dios es la "medida de todas las cosas".




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