Extravíos

No recuerdo quién dijo que un progre es una persona que se siente en deuda con los necesitados y quiere ayudarles. Hasta ahí, nada que objetar, lo que pasa es que quiere saldar esa deuda con el dinero de los demás.

El populista es otra cosa, pero se sirve del progre, sin que este se percate. Se expresa como si fuera el portavoz de todo un pueblo al que pretende convencer con propuestas infantiles y culpando de todos los problemas al no-pueblo, al que califica de antidemocrático. El populismo mezcla sofismas con una demagogia plagada de mentiras y de tópicos buenistas, y persuade a los ingenuos y a los maniqueos con el único objeto de monopolizar el poder a costa de arruinar a un país. Alguien dijo que es como una paloma que no siente la resistencia del aire bajo sus alas y cree que sin aire podría volar más rápido y más alto.

La democracia, como puesta en práctica de la falacia ad populum, corre el riesgo de degenerar en populismo con cierta facilidad. El populismo aprovecha la frustración de unos para generar indignación y odio, extremismo, descontento para caricaturizar la complejidad del orden económico, mediante análisis simplistas. La complejidad se sustituye por ideología, simplificadora, una especie de regresión del logos al mito. El líder aparece como nuevo mesías, generando una religiosa ilusión, a través de una nueva voluntad política. Minan la pluralidad, los equilibrios, los contrapesos, contaminan la democracia y la demagogia se extiende por los demás partidos, como única forma de poder competir con ellos.

En Cataluña el nacionalismo siempre ha sido un instrumento de los conservadores, algo que les ha dado magníficos resultados. Pero ahora, desgraciadamente para ellos, ha caído en manos de los populistas. Según Henry Kamen, "el pueblo, que es muy débil y acepta cualquier idea que está de moda, puede votar por la separación. La gente vota según se mueve la marea. Son capaces de votar por el separatismo, pero en mi opinión eso no significa que sean separatistas. De la misma manera que los británicos no son anti-europeos. (...) Los votantes de vez en cuando actúan como tontos, siguen tendencias que ellos mismos no entienden".

Hoy algunos imbéciles están hablando de esta Diada como si fuera la última antes de la independencia. Ninguno de ellos apostaría su dinero, pero alguno de sus votantes sí.


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