Voces

Algo me despierta. Todavía no ha amanecido y me entretengo pensando en la frase del maestro Pin: "Deseo mucho, me conformo con poco". Con la voluntad de querer serlo todo y la convicción de no poder ser nada. Las piedras solo están. Luego hay otras que están y quieren. Quieren porque saben muy bien que nunca llegarán a ser ellas mismas, pero a pesar de ello insisten.

De repente me parece oír una voz que dice:

—El lector cree demasiado en las promesas que le ofrecen los libros.

Me levanto y, sigilosamente, abro un poco la puerta de la cabaña, lo suficiente para poder escuchar con cierta dificultad esto:

—Mira, Fernando. Así es, si así nos parece. El mundo es una ilusión, un escenario en el que todos tenemos frases que decir y un papel que representar. Cierta clase de actores, al reconocer que están en una obra, seguirán actuando a pesar de todo; otra clase de actores, escandalizados de descubrir que están participando en una mascarada, tratarán de irse del escenario y de la obra. Los segundos se equivocan. Se equivocan porque fuera del teatro no hay nada, ninguna vida alternativa a la que uno pueda incorporarse.

—Me parece muy bien, Enrique, pero ¿qué problema hay en mantenerse en el escenario, pero en un lugar apartado? Yo no soy partidario del suicidio, al menos de momento. La libertad es la posibilidad de aislarse. Eres libre, si puedes apartarte de los hombres, sin que nada te obligue a acercarte a ellos en busca de dinero, de necesidad gregaria, de amor, de gloria o de curiosidad, que en el silencio o la soledad no hallan alimento. Si te es imposible vivir solo, es que has nacido esclavo...

No puedo oír más, las voces se alejan demasiado. Me abrigo bien y salgo de la cabaña. Al fondo, me siento en una roca y espero tranquilamente la salida del sol. Pertenezco a la cofradía de los miradores al horizonte.



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