¿Lo ve?

En sociedad soy un hombre muy simple. Me avergüenzo de ello a menudo.
     —¿Nunca le han dicho aquello de que se toma muy en serio y que no sabe reírse de sí mismo?
     —Reírme de mí mismo sería una sutil manera de suavizar mis defectos que nunca lograré sin recurrir al cinismo. Me gusta pensar que a veces reír es una manifestación mística y, otras, solo nihilismo. Ahora bien, la sonrisa social sí que me parece un gesto fúnebre.
     —Creo que es usted un fanático del futuro perfecto del subjuntivo. ¿De dónde le viene esa afición?
     —No sabría decirle, pero tengo la sensación de que cuando hablo la gente bosteza o se duerme. Prefiero a estos últimos, pero su reacción me hace dudar mucho de mí mismo.
     —¿Ha pensado en su jerga filosófica o en su tono sombrío?
     —El tono sombrío es el tono elegido por los que no queremos caer en la cursilería. Es un complejo, un camino más fácil y bastante ridículo. Por eso casi siempre que termino de escribir me tienta destruir todos mis escritos. Solo cuando leo a gente que escribe peor que yo me entran ganas de escribir, como manera de reescribir lo que ellos no han sabido hacer bien. Pero enseguida me canso.
     —Habla usted como un escéptico.
     —Si, lo admito. Pero el escepticismo no es el negativo de la mística, es su preludio. Se necesita un estadio previo escéptico para llegar al estadio místico. Aunque es condición necesaria pero no suficiente, como es mi caso, un místico frustrado.
     —¿Qué hay después de Dios?
     —Posiblemente una pared de hormigón.
     —No le entiendo.
     —Qué le vamos a hacer, yo tampoco entendí su pregunta.
     —Es usted un pesimista.
     —Qué va, lo que pasa es que solo escribo cuando estoy deprimido. Pero enseguida se me pasa... ¿Lo ve?

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