Fantasmas

Cuando escribes, no tienes sentido del ridículo.
Cioran. Conversaciones

Le aconsejo que a la reunión asista con otra careta. El sencillo hecho de reunirse con otros, común en la mayoría de las personas, es para él algo excepcional. Por eso le recomiendo que utilice la careta de solitario que va a un evento social y ya está harto de aparentar una sociabilidad que no siente. Le he dicho que ejerza de solitario. Cuando a su alrededor fluyan las múltiples conversaciones, cada una más aburrida y trivial que la otra, no debe hacer ningún esfuerzo por involucrarse en ellas y así permanecer en un mutismo absoluto. Este hecho, que en otras ocasiones le hubiera causado cierto malestar interior, debe complacerle un poco, tampoco mucho. Puede ser una tontería, pero cuando uno se convierte en el tipo de persona que quiere representar, uno se encuentra mejor. Debe empeñarse en ejercer de solitario, dedicarse en serio a aparentarlo. Se lo dije con total convencimiento, pero el simétrico rostro no me contestó.

     Asisto a una demencial conferencia de Samantha Devin (que me pone de muy mal humor) que trata sobre inmortalidad y heroísmo. En el coloquio posterior descubrimos que desconoce quién es Manuel Garcia Morente. Recuerdo mi lectura de Por un relato futuro, libro de conversaciones entre Saer y Pigliadonde se dice que la dicotomía entre arte y vida es ridícula, pues una vida con arte es una vida mucho más intensa. Esto no quiere decir que el arte deba representar la vida, al contrario, el arte debe superala en verdad y, fundamentalmente, en ritmo. El gran problema de la vida es que carece de ritmo. Es en esos momentos dilatados donde sobrevuela la nostalgia de no saber o no haber podido vivir la vida que en ese mismo instante consideramos deseable. Nada más falso que este anhelo de vivencias extraordinarias. El espectador, el contemplador, importa más que lo que se contempla. La literatura del yo saca a la luz a un hombre herido, un hombre que tartamudea intentando desenredar sus visiones, sus confusiones, como cualquier don Quijote que transita entre la experiencia y la ilusión. La lectura cambia la vida. Le ocurrió a Alonso Quijano, y le transformó en héroe. Don Quijote creyó vivir una epopeya pero, desde la perspectiva de Alonso Quijano, solo es un hombre ridículo, un auténtico fracasado que inaugura la novela del hombre fracasado. Su cordura agónica es la metáfora de un despertar lúcido. Lejos quedan ya aquellos héroes homéricos que mueren creyendo ser héroes, esa manera tan fantasmal y ridícula de morir.

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